Fue un 29 de junio de 2007 cuando Steve Jobs subió al escenario de una de las presentaciones más legendarias para Apple: aquella keynote en donde mostraron al mundo el que bien podría ser el teléfono inteligente más popular del planeta entero: el iPhone. Lo curioso es que para llegar a ese punto en realidad tuvieron que pasar muchas cosas que no son muy conocidas.
Donde tal vez el factor menos difundido y más curioso sería que el propio Jobs al inicio no estaba tan convencido de desarrollar este dispositivo. De hecho, en su visión original, este producto iba a ser más un teléfono móvil convencional como los que circulaban en el mercado por aquel entonces. Pero al final todo fue un tanto distinto.
Si bien para el momento en que fue presentado el iPhone contaba con tremendas limitaciones de software, donde era imposible combinar funciones tan básicas como escuchar música para de inmediato realizar una llamada telefónica, el producto sí terminó sacudiendo el mercado. Era un iPod es esteroides y lucía perfecto.
Pero el cofundador de Apple resulta que no estaba muy convencido de este proyecto. Aquí abordamos algunos detalles jugosos de cómo terminó avanzando su relación con este teléfono inteligente.
Steve Jobs no amaba la idea de crear el iPhone
Un curioso artículos de los colegas de infobae nos hizo recordar algunos pasajes del más que recomendable libro The One Device: The Secret History of the iPhone de Brian Merchant, en donde nos relata cómo en sus inicios, este smartphone en realidad se concibió como un teléfono celular ante todo.
Su tamaño se adaptaba a la idea de Jobs de que un teléfono debía caber cómodamente en la mano y en el bolsillo. Incluso en su concepto primario respaldado por el cofundador de Apple la función principal del dispositivo era realizar llamadas telefónicas, a un grado tal que Jobs estaba obsesionado con que la experiencia de llamadas fuera fluida y sin problemas.
Quienes probamos el iPhone en su primera generación recordaremos que sentía una fractura patente entre las funciones propias del iPod de pantalla táctil, con sus aplicaciones y reproductor de música, dejando aparte todo lo relativo a la capacidad de hacer llamadas. Ese apartado sí era como Jobs lo quería, pero se sentía justamente aparte.
Brian Merchant, en el libro incluso revela que Jobs, a pesar de su entusiasmo por el display táctil y las aplicaciones del iPhone, priorizaba siempre por sobre todas las cosas las llamadas telefónicas. De hecho, el primer iPhone no incluía App Store porque Jobs no confiaba en desarrolladores externos para evitar bugs que detonaran llamadas perdidas.
A final de cuentas y en un sentido práctico, Steve quería que el iPhone fuera un celular con pantalla táctil pero con bastantes limitaciones que permitieran garantizar una experiencia sin malestares a la hora de hacer o recibir llamadas.
Algo que terminó siendo parte de la cruz que carga la plataforma hasta nuestros días. En donde vemos cómo la plataforma móvil de Apple puede tomar años en adoptar tecnologías nuevas que llevan bastante tiempo circulando en Android.
El primer prototipo del iPhone era tal cual un iPod Classic con un teléfono incrustado, pero su diseño original fue descartado por Jobs tras considerarlo poco práctico. De modo que, como relata Merchant en el libro, idea final surgió de un equipo de ingenieros que experimentaba con una tecnología de pantalla táctil llamada Fingerworks iGesture Pad.
Jobs vio en esta tecnología la oportunidad de construir un tipo completamente nuevo de “mini computadora móvil” y de ahí empezó a tentar terreno con la primera generación táctil del iPod para luego dar el salto con el iPhone.
Si bien Steve Jobs no imaginó el iPhone como una plataforma para miles de aplicaciones, su equipo de desarrollo y las demandas de los usuarios transformaron el dispositivo en lo que es ahora.